La llegada del ferrocarril a Quilmes

El 18 de abril de 1872 fue una fecha importantísima para nuestro distrito, de la que este año celebramos su sesquicentenario. Ese día tiene lugar el viaje inaugural a Quilmes del “Ferrocarril a la Boca, Barracas y Ensenada” como se lo conocía entonces. Los cambios que trajo a Quilmes la llegada del tren son incontables y es difícil imaginar cuál hubiera sido el desarrollo de la hoy ciudad si el mismo no hubiera llegado en ese momento o su estación hubiera sido ubicada en otro lugar (cosa que no estuvo lejos de suceder, según relata José Andrés López en su fundamental libro “Quilmes de Antaño”); basta simplemente con repasar la descripción del Quilmes de mediados del siglo XIX que los “Handbook of the River Plate” nos ofrecen y que pueden encontrar en este mismo sitio.

La mejor reseña del viaje inaugural fue publicada por el periódico en lengua inglesa “The Standard”, algo que no debería sorprender ya que el mismo era un gran difusor de todas las empresas y negocios británicos y norteamericanos en nuestro país, y la empresa creada por William Wheelwright para la concreción de este ferrocarril era de capitales ingleses. Fue publicada el 20 de abril de ese año bajo el título “The Quilmes inauguration” (La inauguración a Quilmes) y la transcribimos completa por su interés histórico.

THE QUILMES INAUGURATION

Al mediodía del jueves la nueva Estación Central en el Paseo de Julio estaba repleta con una multitud de caballeros invitados por el sr. Wheelwright a asistir a la inauguración de la segunda sección del ferrocarril a la Ensenada, que llega hasta Quilmes. La estación estaba decorada con mucho gusto, con las banderas argentinas, norteamericanas y británicas entremezcladas con las de otras naciones. En el inmenso hall de espera el sr. Wheelwright recibía a sus invitados sentado junto al Obispo y al Gobernador. Se repartieron más de 400 invitaciones y los asistentes cumplieron con puntualidad. Fue muy agradable ver tantas caras familiares reunidas para celebrar este evento, la primera de este tipo desde el penoso año de 1871, y a medida que los extranjeros y argentinos intercambiaban saludos se sentía como estar en una reunión de viejos amigos que se juntan luego de una larga separación.

Mientras esperábamos que el tren especial estuviera listo nos enteramos que el nuevo puente de hierro para el Riachuelo acababa de llegar al puerto: un feliz augurio para la definitiva desaparición de tantos obstáculos que han impedido el progreso de esta línea, especialmente en Barracas. Recordamos entonces otra coincidencia, que justamente hoy hace dos años el sr. Wheelwright y el dr. Velez Sarsfield inauguraban el ferrocarril Central Argentino, teniendo la satisfacción de ver el primer tren entrar a la ciudad de Córdoba. La línea a la Ensenada siempre ha sido el proyecto preferido del sr. Wheelwright, y tiene sobradas razones para estar feliz de haberlo podido concretar; el país, asimismo, estará en deuda de gratitud con él, posiblemente mayor que la ya tiene debido el Central Argentino.

Veinte minutos pasados la hora señalada los invitados subieron al tren. Eran ellos: su Excelencia el gobernador Castro, su Señoría el Obispo Aneiros, el dr. Velez Sarsfield, ministro del Interior, don Luis Dominguez, ministro de Finanzas, el general Nazar, el Jefe de Correos general Posadas, el juez Areco, el conde D’Amelot, ministro francés, el sr. Clapp, encargado de negocios de Estados Unidos, el sr. Pecher, cónsul general de Bélgica, el sr. Baudrix, cónsul chileno, los ingenieros Coghlan, Cooper, Denton, Dawney, Elliot, Huergo, Wells Hood, Jacob Hood (Londres), Lloyd (Cordoba), Lindmark, Robertson, Rumball, Simpson y Whittle; el sr. Drabble, director del Ferrocarril del Gran Sur, el sr. Crabtree, manager del ferrocarril del Norte, el sr. Stuart, contratista del ferrocarril a Rio Cuarto, el sr. Ringoulet, ingeniero del ferrocarril del Oeste, el sr. Forde, manager de la Compañía de Tranvías de la ciudad de Buenos Aires., el sr. Young, manager de la Compañía Nacional de Tranvías, el profesor Burmeister del museo, los profesores Murray y Lewis, el coronel Somellera, los doctores Estevez Seguí, Terrero, Torrent, Quesada, Cristiani, González (ferrocarril Central Argentino), Rayces, Mena Bareto, Elizalde; los coroneles Guido y Muratori; los sres. Anchorena, Atkins, Armstrong, Arditi, Arenales, Bean, Bowers, Bate, Bertram, Best, Bunge, Bullrich, Billinghurst (de la Compañía Argentina de Tranvías), Balcarce, Bianchi, P. Browne, G.F. Brown, Carrega, Calzadilla, Cranwell, John Clark, Carmen, Coffin, Carlyle, Cantilo, Cazon, John Davidson, Elortondo, Eastman, Ferreyra, Frias, Fusoni, Foley (del ferrocarril al Río Luján), Glover, Getting, Green, Gimenez, Gowland, Hibbert, Hansen, Hopkins (de la Compañía del Muelle de San Fernando), Iternert (del ‘Comercio’), Isaac, Jocelyn, Jones, Jacobs, Krutisch, Koch, Lotero (Corrientes), Lumb, Livingston, Latham jr., Leguizamon (de ‘La Prensa’), Maschwitz (banco de Londres), Matti, Meyer, McLean, Martinez de Hoz, Moores, Maveroft, Mutiño (inspector de tranvías), Molina, M.G. Mulhall (de ‘The Standard’), Geary (del ‘River Plate Times’), Naylor (banco de Londres), Nuttall, Navarro (de ‘La República’), Nash, Oyuela, Plowes, Runciman, Roncoroni, Russell, Rubio, Saavedra, Sassemberg, Slator (Rio Cuarto), Urban Smith, Tagliabue, Trant (Telégrafos del Gobierno), Urioste, Webb (Rosario), Walker, Wilde, Woodgate, Wilson, Younger, Thompson, Gandara, Greenfield y Zimmermann.

El gobernador y el Obispo asistieron con sus respectivos séquitos, el cual en el caso del Obispo incluía a varios sacerdotes. El día estaba especialmente hermoso, refrescado por la brisa agradable proveniente del río.  Nos deslizamos sobre el viaducto de hierro, comprobando su solidez, pasamos los nuevos depósitos aduaneros  del Sr. Lanus, la encantadora quinta de Lezama y vimos la que fuera residencia de nuestro galante compatriota el almirante Brown.  Luego cruzamos los terrenos de la Boca, bordeamos el Riachuelo y bajamos al puente de Barracas, pasando por la estructura provisoria de madera y tomando el tren en la otra orilla.  Digamos al pasar que 700 habitantes de Barracas peticionaron al gobernador y durante años frenaron el progreso de la línea.  En esta ocasión parecían celebrarla, pues encontramos una cantidad de personas del común que habían tomado asiento, probablemente sin ser invitadas, dejando poco espacio.  Evidentemente Barracas al Sud está haciendo grandes progresos desde que el ferrocarril y los tranvías la conectaron con la ciudad. Emergiendo entre los verdes prados cruzamos la fértil campiña hacia Puente Chico, pasamos la taberna del alemán donde las diligencias del correo se refugiaban antiguamente del mal tiempo en la estación húmeda, y pronto divisamos la Quinta de los Dominicos la cual, según la tradición fue vendida o dada en pago por la cofradía, por velas de cera para el convento y la iglesia. Un poco más allá hay un torreón donde flamean la bandera argentina y la norteamericana coronando la hermosa villa del sr. Bagley, creador de la Hesperidina. Y ahora aparecen a nuestra vista las quintas que rodean Quilmes: la del sr. Bate, antes propiedad del sr. Carmen, donde se desplegaba la bandera de barras y estrellas; la del sr. Walker, también bellamente engalanada con banderas; y otras más con banderas extranjeras y argentinas flameando codo a codo. La gente vitoreaba al tren, a medida que pasábamos, y a la 1 y 15 horas llegamos a la estación Quilmes, habiendo recorrido 13 millas en 55 minutos (incluyendo la parada de 10 minutos en Barracas).  La vista del Río de la Plata al aproximarnos a Quilmes fue la parte más hermosa del recorrido.

El andén de Quilmes era una galaxia de ojos brillantes, pertenecientes a cientos de jovencitas del pueblo y el campo circundante, quienes nos dieron una cordial bienvenida, mientras el Dr. Wilde y el Juez de Paz presentaban sus saludos, de parte de la población, al sr. Wheelwright, el gobernador y el obispo. Las bandas de música y los estruendos de los cohetes brindaron el habitual acompañamiento y la escena se fue animando a medida que nos acercábamos al pueblo, estando el camino decorado a ambos lados con banderas de todas las naciones y una guardia de honor, formada por paisanos en atuendo de fiesta, montados en caballos con adornos de plata, que daban mayor efecto a los ponchos de vivos colores y al blanco nieve de los calzoncillos de los jinetes.

En el Hotel de Agapito, una docena de niñas encabezadas por la hija de Boniface, le obsequió al sr. Wheelwright una guirnalda y el cortejo triunfal continuó su marcha. Debemos decir que Agapito y su hotel son bien renombrados, y el apreciado Boniface se autotitula el “Consul Inglés de Quilmes”.  Este hizo circular una proclama impresa, con su firma, agradeciendo al gobernador y al sr. Wheelwright.

La plaza y la iglesia de Quilmes ofrecen la vista más bella de la provincia.  La primera tiene la fachada casi idéntica a la iglesia Matriz de Montevideo, y la plaza, que está esmeradamente arbolada con paraísos y eucaliptus, tiene una hermosa fuente de mármol adonde confluyen los cuatro caminos, trazados en diagonal; el chorro de agua se eleva a 20 pies, estando colocado su depósito en una de las torres de la iglesia, adonde llega impulsado por una bomba. Las obras hidráulicas, fuente, etc. fueron realizadas por el sr. Dawney en 1869; el tanque tiene una capacidad de 20.000 galones.

La plaza fue diseñada por don Tomás Giraldez, un valioso ciudadano recientemente desaparecido. Durante nuestra breve estada en la iglesia nos asombró que muchos de sus habitantes parecían tener un aspecto indígena, proveniente de los fundadores originales del lugar. Cuando subimos a las torres, tuvimos una vista espléndida de la región circundante. Mirando al sur, la punta llamada de Santiago penetra en las aguas del Plata; su monte es famoso por sus duraznos. A la distancia vimos Ensenada y la estancia del sr. Bell.  Hacia el oeste el ojo se deleita con los bosques de la propiedad del sr. Clark en Bella Vista, con las Lomas de Zamora a la distancia.  Hacia el norte seguimos la ruta de la nueva línea, con los cientos de campanarios y torres de Buenos Aires como telón de fondo; girando nuestra vista hacia el este, observamos el atestado puerto de Buenos Aires, con su bosque de mástiles, y luego el anchuroso y plácido estuario del Río de la Plata.  Mirando hacia abajo vemos el pueblo rebosante de paseantes, banderas, etc. y aquí y allá casas de campo rodeadas de exuberante vegetación. Un ancho camino de media legua de largo, llamado el Camino de los Pescadores, conduce directamente a la orilla del río; los bañados a lo largo de la costa ofrecen excelente caza y más cerca de la ciudad está la isla de Pescadores, famosa hace unos años por ser refugio de contrabandistas y fugitivos.  El pueblo de Quilmes, a vuelo de pájaro, tiene un trazado muy irregular pero bellísimo. En el atrio de la iglesia hay dos lápidas de mármol, una de Marcelino Galíndez, uno de los fundadores y residente durante 45 años, quien murió en 1847, a los 72 años de edad; la otra es la del Reverendo Santiago Rivas, bajo cuyos auspicios se construyó la primera capilla en 1832; murió en 1855, a los 78 años.  La nueva iglesia está en el mismo sitio que la vieja capilla y fue terminada recientemente.

Contigua a la iglesia se encuentra la escuela estatal, un pulcro edificio, y en la esquina de la plaza está el juzgado, donde el sr. Wheelwright había organizado un espléndido almuerzo en honor a sus invitados, con una mesa tendida para 200 personas.

El patio, convertido en comedor, estaba adornado con las banderas usuales y los símbolos nacionales. El gobernador Castro ocupó el sillón principal, siendo rodeado a cada uno de sus lados por los más distinguidos funcionarios, ministros del extranjero, cónsules, etc. Nada resulta más ameno que una buena comida servida con añejos vinos, y cuando el Champagne comenzó a correr…

Su Excelencia el gobernador se incorporó y dijo: “Caballeros. Hoy estamos reunidos para una feliz ocasión, plena de beneficios para esta parte de la provincia, pero doblemente importante en mi forma de ver porque este es el primer ferrocarril que se ha hecho en el país sin garantía o entrega de tierras. Esto nos muestra que los ferrocarriles tienen un gran futuro en Buenos Aires, que los capitalistas estarán deseosos de invertir su dinero en estas empresas sin subsidio ni prebendas del Estado. Esta línea está siendo realizada por capitalistas extranjeros, que han adquirido la tierra sobre la que se están tendiendo los rieles, y esto, repito, es un fuerte reaseguro que esta provincia ofrece un prometedor futuro para este tipo de empresas. Pero, mis amigos, nuestros proyectos y ventajas de poco servirían si no existieran hombres con empuje y generosos impulsos como el sr. Wheelwright, que se establezcan entre nosotros para traernos el intelecto, el capital y los medios para el desarrollo de este país (aplausos). No puedo alcanzar a decirles cuánto siento le debemos a este hombre, a este maravilloso apóstol del progreso, al que me gustaría llamar mi coterráneo (aplausos). Les pido ahora que con todo vuestro corazón y entusiamos brindemos a la salud del sr. William Wheelwright, mi coterráneo el sr. Wheelwright.”

El sr. Wheelwright, cuando acallaron los aplausos, se levantó y respondió: “Estoy satisfecho por la llegada de este día, que será un día muy importante en los anales de Quilmes. Pero aunque agradezco a ustedes y al gobernador por las palabras que ha tenido para conmigo, no creo ser merecedor de este halago. Soy un hombre humilde: mi único vicio es el trabajo. Luego de 9 años puedo ver finalmente la línea extendida hasta este lugar, a pesar de los muchos obstáculos. Medio siglo atrás naufragué en esta costa (cerca de Cabo Corrientes), y luego de un fatigoso viaje a pie, con mis compañeros llegamos a esta ciudad de Quilmes, descalzos, desnudos y hambrientos. La gente me recibió con gran cariño; eran los padres o abuelos de muchos de los aquí presentes, y nunca olvidé el trato que me dieron. Hoy estoy muy feliz de poder saldar mi deuda de gratitud trayendo el ferrocarril a esta ciudad y ayudando a su progreso. Creerán entonces mi sinceridad al brindar por la prosperidad para Quilmes”.

Siguieron las palabras del sr. Rodriguez, uno de los habitantes del pueblo: “Los Padres Peregrinos que desembarcaron en Massachussets fueron los fundadores de una gran nación, y sus palabras están inscriptas en bronce en las páginas de la Historia. El sr. Wheelwright, presente aquí en el día de hoy, es un valioso descendiente de esos hombres, y con honor lo reconocemos como un benefactor. Los pobladores de Quilmes me han designado para darle todo nuestro agradecimiento.”

El dr. Velez Sarsfield dijo: “Los ferrocarriles son como la prensa, de gran utilidad para el público y destinados a cambiar por completo la forma y condición en que las cosas estaban antes de su llegada. Este ferrocarril, por ejemplo, no solo llevará sus productos al mercado, también traerá una nueva era para Quilmes y su gente. ¿Cómo sería el mundo sin ferrocarriles, telégrafos y periódicos? Son estos los pioneros del progreso, y me uno estrechamente a los deseos de un glorioso futuro para Quilmes.”

Habló a continuación el ministro de Finanzas: “El Ferrocarril a la Ensenada es un trabajo de inédita importancia ya que es el camino hasta el puerto natural de Buenos Aires. Ese lugar, que por 300 años ha sido conocido para los españoles y para nosotros como ‘El Puerto’, y que sin embargo nunca lo ha sido realmente, está a punto ingresar, de la mano del sr. Wheelwright, al comercio del mundo, y es fácil predecir que los beneficios serán de inmensa magnitud no solo para las naciones de ultramar sino para nuestro propio país y sus habitantes. Este empresario, al que tengo delante de mí, va a dotar a Buenos Aires de lo que necesita para su desarrollo comercial. De allí entonces que este ferrocarril tiene mucha mayor importancia que ser el camino a Quilmes: es la línea que conectará a nuestra ciudad con el nuevo puerto” (grandes aplausos).

El reverendo dr. Aneiros dijo: “No me estoy saliendo de mi ámbito particular al saludar el acontecimiento de hoy como una vista placentera para mi corazón y de una ganancia moral inmensa para la causa de la Virtud. Un ferrocarril es un símbolo de unión, industria y velocidad, todas virtuosas cualidades; porque el vicio significa la desunión de las personas, la pereza y haraganería. El vicio no sugiere velocidad, excepto la de sus devotos en el camino a la perdición. Es oportuno y razonable suponer que este ferrocarril será un poderoso promotor de la unión, la industria y el progreso, los tres grandes elementos necesarios, desde el punto de vista temporal, para el desarrollo y la riqueza de las comunidades” (aplausos).

Luego fue el turno del dr. Lucas Gonzalez: “Esta línea une ahora Buenos Aires con Quilmes y para agosto tenemos razones para suponer estará terminada hasta Ensenada. Podremos entonces juzgar qué página abre para el futuro de la provincia, al establecerse un nuevo y amplio puerto para los barcos que navegan en la inmensidad del río. Debe resultar gratificante para el gobernador Castro asistir a esta inauguración en vísperas de dejar la Primera Magistratura de la provincia. Espero y confío que nuestro nuevo gobernador (Acosta) seguirá en la misma línea y adoptará como política, en cuanto asuma el gobierno, la idea que el mejor gobernador de Buenos Aires es aquel que tienda el mayor número de líneas ferroviarias” (aplausos).

El dr. Leguizamón dijo: “Este símbolo de la civilización, que hoy arriba por primera vez, es un claro presagio de tiempos mejores, luego de años de sacrificios. El horizonte está aclarando, y la estrella del amor fraterno se levanta en el cenit, señalando la marcha del progreso. Observen los logros de la era en que vivimos: el Istmo de Suez atravesado para unir dos mares; el Monte Cenis perforado para unir dos países; el cable del Atlántico para construir un puente de pensamiento del Viejo Mundo al Nuevo. Estas son pruebas elocuentes de la próxima unión entre naciones. Y aquí en nuestra propia tierra, el caballo de hierro está despertando a la silenciosa y desolada Pampas, al ser cruzada en todas direcciones por el tren de la industria y la actividad. Es éste un hermoso espectáculo que podemos ofrecer a los extranjeros, como también la pacífica conquista de la opinión pública, instigando a nuestros gobernantes a buscar con anhelo la promoción de estos trabajos. Estoy feliz de poder participar de esta inauguración, ya que éste primer tren es el mensajero que trae el triunfo sobre la ignorancia, la pobreza y el aislamiento, indicativo de una nueva y más feliz era”.

El Juez Areco dijo: “El mundo avanza gracias a los ferrocarriles, que hacen que los hombres fraternicen con sus semejantes y adopten sentimientos cosmopolitas. El genio de la industria también está en ascenso y cada nueva empresa de este tipo es un triunfo sobre la naturaleza. Hace no muchos meses Quilmes era un lugar desconocido debido a los malos camino, pero en un par de años será un pueblo importante. Tenemos que regocijarnos de tener gobernadores tales que fomenten estas progresistas obras.” (aplausos)

El sr. Posadas dijo: “Les debemos a nuestros amigos ingleses un copioso brindis por las ventajas que nos traen, y también a todos los extranjeros que vienen aquí. Que continúe su properidad.” (aplausos)

El dr. Gonzalez brindó también por los Gringos de Media Lengua, significando aquellos que hablan malamente el español, un cumplido que pocos entendieron ya que la mayoría de nosotros creemos hablar el castellano bastante bien.

El profesor Lewis propuso también un brindis a la salud de los sres. Simpson & Co., los infatigables contratistas que tan rápidamente llevaron a cabo los trabajos desde Barracas a Quilmes y que ya se encuentran a medio camino entre ésta y Ensenada.

Se produjo luego el retiro del gobernador, obispo, etc. y la segunda mesa de invitados, habiendo tomado parte del almuerzo, nos dividimos en pequeños grupos para recorrer el pueblo. La gente fue muy amigable, ofreciéndonos mate e invitándonos a sus casas. El boticario sirvió refrescos gratis a todos los visitantes; el hotel también estaba repleto. Las calles estaban animadas con jinetes en coloridas cabalgaduras, distinguiéndose la de cuatro caballos del sr. Latham.

El tren de regreso estaba pautado para las 16.30, pero muchos de nosotros decidimos esperar la reunión que se haría a la tardecita en el Juzgado. No hay palabras para agradecer a las autoridades locales y a todos los que participaron de los arreglos. Hubo un piquete de policía pero fue totalmente innecesario; no presenciamos ni un solo disturbio, aunque eso nos hace recordar que alguien en el Paseo de Julio quitó del bolsillo del sr. John Davidson una caja de tabaco de oro que había sido suya por 30 años. Los ingenieros del ferrocarril, especialmente el sr. Coghlan y su asistente el sr. Whittle, merecen una mención especial: la línea fue conducida (por primera vez) muy suavemente en 45 minutos y no ocurrió ni el más mínimo inconveniente que pudiera empañar la celebración; también debemos agregar a nuestras felicitaciones al sr. Edward Simpson, gerente de tráfico.

En el viaje de regreso tuvimos ocasión de examinar los pilares de concreto donde se apoyarán las vigas del nuevo puente sobre el Riachuelo. El puente será de un solo tramo de 185 pies, la calzada de 20 pies de ancho para permitir una doble línea, y el peso del hierro utilizado será de alrededor de 1000 toneladas.

A las 17.30 llegamos a la ciudad, muy contentos con el viaje, y pensando cuánto debe Sudamérica al hombre que tendió el primer ferrocarril del continente, introdujo la navegación a vapor en el Pacífico, alumbró con gas a las ciudades de la costa oeste, llevó adelante el Ferrocarril Central Argentino y ahora a sus 75 años comienza a concretar el sueño de su juventud, la más preciada de sus metas en su larguísima carrera – el puerto y ferrocarril de Ensenada.”.

El siguiente es el aviso, también tomado de “The Standard”, con la tabla de horarios del ferrocarril a partir del 19 de abril. La frecuencia inicial a Quilmes era de tres trenes diarios.