La “Revolución Libertadora” en Quilmes

Hace pocos días se cumplieron 70 años de una jornada aciaga de nuestra historia: el 16 de septiembre de 1955 era derrocado Juan Domingo Perón, presidente que había sido elegido y reelegido por la voluntad popular en 1946 y 1952.

El segundo período de gobierno había resultado ser demasiado para ciertos sectores de la sociedad, creándose un clima al que la misma administración había en parte contribuido con una evitable pelea con la iglesia católica (que había apoyado fuertemente a Perón en su primer período) y una fuerte tendencia al autoritarismo y el culto a la personalidad del líder y de la fallecida Eva. Todo esto, sumado a la situación económica bastante menos holgada que durante el primer gobierno, fue aprovechado por los sectores más conservadores que desde 1945 esperaban su turno de revancha. El proceso puesto en marcha en junio, con el criminal bombardeo a la Plaza de Mayo, culminó ese 16 de septiembre con el levantamiento de sectores de la armada y el ejército y la renuncia de Perón, quien partió inmediatamente al exilio, desde donde se convertiría en la principal figura política nacional hasta su muerte, ya como presidente, en julio de 1974.

En Quilmes fue destituido el intendente electo Armando Bucich, quien había asumido apenas cuatro meses antes, nombrándose en su reemplazo al capitán de fragata Rogelio Collet, vecino bernalense e hijo de una afamada profesora de francés del Bernal de la época; Jorge Márquez, en su indispensable libro “Al sur de la utopía: una historia política de Quilmes (1955-1983)” (Tiempo Sur, 2010), cuenta que cuando un grupo de militares fueron a buscarlo a su casa, los vecinos creyeron que iban a detenerlo: Collet había sido parte del gobierno peronista, integrando las comisiones navales que se habían encargado de la compra de los cruceros “9 de Julio” y “Belgrano” en 1951 y 1952, aunque desde los sucesos de junio había sido puesto en disponibilidad. El militar asumió su cargo el 6 de octubre “en un ambiente de fervoroso civismo” y, a pesar de que en su discurso afirmó venir “en nombre de la Revolución Libertadora (…) no para destruir ni perseguir, sino para reconstruir y unir…”, Márquez comenta que ya desde los primeros días la policía persiguió a los obreros, como ocurrió en las calles Brown y Humberto Primo cuando fueron reprimidos luego de gritar “Argentina sin Perón es un barco sin timón”. Hubo también despidos para trabajadores municipales sospechados de vinculación sindical o peronista y fue creada una Comisión Investigadora que pronto emitió su veredicto, pidiendo la prisión para Bucich y su predecesor, don Pedro Bond.

Pero volviendo específicamente a los días del golpe, Márquez nos cuenta que en Quilmes “se llevaron a cabo ‘entusiastas manifestaciones’, fundamentalmente integradas por grupos de jóvenes que cantaban y vivaban a las Fuerzas Armadas en jubilosos recorridos por las calles de la ciudad”. Estas manifestaciones tuvieron lugar principalmente el miércoles 21, y también tuvieron su correlato en Bernal, donde según relata el semanario “Crónica” de esa localidad, “cantidad extraordinaria de personas recorrieron las calles centrales de nuestro pueblo la noche del miércoles último celebrando con vítores y cánticos la caída del gobierno anterior. Frente al templo de Nuestra Señora de la Guardia el repiquetear de campanas en señal de júbilo se unió al regocijo de los manifestantes, que entonces entonaron el Himno Nacional con patriótico fervor”, descripición que añade la participación de la iglesia en las celebraciones. Lamentablemente las crónicas no refieren la reacción de los sectores sociales más identificados con el gobierno depuesto ante su caída. Collet dejaría el cargo en febrero de 1958.