La Segunda Invasión Inglesa en Quilmes
La reconquista de Buenos Aires el 12 de agosto de 1806 no terminó el intento inglés de tomar la capital del Virreinato del Río de la Plata. Durante su estadía como gobernador, Beresford (comandante de la primera invasión) había pedido refuerzos a Londres, los cuales llegaron al Río de la Plata en octubre de ese año. Rápidamente los británicos tomaron Maldonado, Colonia y Montevideo en la Banda Oriental. La segunda invasión a Buenos Aires era solo cuestión de tiempo.
Los españoles de la ciudad no se habían quedado de brazos cruzados: Liniers había sido nombrado gobernador interino (el virrey Sobremonte se había establecido en Montevideo) y en septiembre de 1806 se crearon varios cuerpos de milicias de acuerdo a la región de origen de sus integrantes. Así se formaron los cuerpos de Gallegos, Andaluces, Catalanes, Montañeses y Vizcaínos, todos ellos financiados por los comerciantes españoles. Don Juan Antonio Santa Coloma (que desde 1805 era poseedor de tierras en la zona norte del actual Bernal) fue nombrado capitán de la 4ta compañía de Vizcaínos y Navarros, integrada además por un teniente, cuatro cabos y 33 soldados. También se había colocado una batería de artillería en Quilmes ubicada, según Hector Bandera en su libro “Quilmes y las invasiones inglesas”, muy posiblemente en la zona de Mitre y San Lorenzo, zona conocida años después como “El Cantón”. Esa fue una de las razones por las cuales la segunda expedición invasora desembarcara en Ensenada y no, como la primera, en Quilmes. Las tropas que custodiaban esa batería fueron enviadas a Buenos Aires una vez que los británicos comenzaron el avance.
Ese desembarco tuvo lugar el 28 de junio de 1807. Tres días después, el 1 de julio por la tarde, la vanguardia invasora conducida por el general John Leveson-Gower llegaba a Quilmes (aún una reducción indígena) luego de mantener varias escaramuzas contra una compañía de Húsares comandados por el capitán Vicente Lima. Bajo nuevas órdenes del comandante de la expedición, el teniente general John Whitelocke, Gower hizo avanzar a sus tropas unos pocos kilómetros más hacia el Riachuelo, deteniéndose a pasar la noche. La brigada más avanzada lo hizo en la estanzuela de los Dominicos (actual zona de Wilde y Don Bosco) y el propio Gower junto a la segunda brigada en los campos ya nombrados de Santa Coloma. El grueso del ejército, al mando de Whitelocke, acampó en un Quilmes desierto: por órdenes de Liniers los Húsares arriaron y enviaron todo el ganado a Buenos Aires, dispersándose la escasa población del lugar.
Mientras tanto el propio Liniers se encontraba al frente de las tropas de resistencia en el puente de Galvez (actual puente Pueyrredón), tropas entre las cuales se encontraban los Vizcainos dirigidos por Santa Coloma. El 2 de julio por la mañana Whitelocke decidió que la vanguardia avance hacia la zona del Paso Chico (zona del Puente Olímpico en el actual Lanús) para cruzar por allí el Riachuelo, cosa que ambas brigadas realizaron durante el día. Liniers, al ver que los invasores cruzarían el Riachuelo más al oeste de lo esperado, vuelve a Buenos Aires y desde allí se dirige a Miserere (actual plaza Once) para detener su avance. En ese enfrentamiento que tiene lugar por la tarde del día 2, enfrentamiento donde también se encuentran los Vizcaínos, las tropas españolas son derrotadas, huyendo Liniers con los suyos hacia la zona de Chacarita para reagruparse. La vanguardia británica, mientras tanto, pasó la noche en Miserere a la espera del grueso del ejército que llegó finalmente a esa posición el 3 de julio por la mañana. La retaguardia, comandada por el general Thomas Mahon, acampó en Quilmes a la espera de las órdenes de avance, recibiendo mientras tanto abastecimiento de comestibles y municiones desde la flota invasora que se encontraban anclada sobre la Punta de Quilmes.
El resto es historia conocida: el intento británico de toma de Buenos Aires el 5 de julio, mal planeado y ejecutado, se encuentra con una resistencia inusitada e imposible de superar. Quilmes es abandonada por la retaguardia al mando de Mahon ese mismo día, pero ni siquiera la llegada de esas tropas por la tarde a la Residencia (zona de la actual Constitución) logrará cambiar el curso de los combates. “Nuestro” Juan Antonio de Santa Coloma, al frente de sus Vizcaínos, defiende a capa y espada el Templo de la Merced, uno de los lugares más altos y por lo tanto estratégicos de la ciudad. Los invasores deben replegarse con muchas bajas y el día 7 la rendición es completa, incluyendo las plazas de la Banda Oriental. Los británicos nunca más intentarían tomar estas tierras por las armas.
Imagen: la comandancia de la vanguardia invasora en Santa Coloma, acuarela de Frederic Fortuny